sábado, 11 de agosto de 2012

El caño de Riquelme

     ¿Qué dejamos fuera de la política y que incluimos? La pregunta supone un afuera de la política que ya implica una definición, porque algunos dirían, Aristóteles por ejemplo, que el hombre es un ser político en cuanto vive en sociedad y que por consiguiente, todo lo humano puede ser explicado por la política.
     Creo, sin embargo, que el sentido común establecido, limita lo político a la acción del estado. Se reconoce fácilmente en esa idea las concepciones liberales aunque se puede ver, aún hoy, a grupos de izquierda sosteniendo los mismos argumentos. Lo político casi dejaría de ser humano, se habría convertido, para ese ideario, en una intromisión que habría que debilitar lo máximo posible.
     Pero la política, como un animal mitológico que se reconstruye cada vez, se cuela en cada discusión en la que hay en disputa por lo menos dos puntos de vista. El fútbol, por ejemplo. Hace algunos años se estableció una discusión sobre estilos de juego. A los que preferían un tipo de juego técnico y vistoso se los identificó con el director técnico Menotti y a los que adherían a un juego mecanizado y eficiente se los identifico con el director técnico Bilardo.
      En el desarrollo de esa discusión se llegó a el uso de términos de la política: se dijo que había un fútbol de izquierda que sería el que gusta de las gambetas y uno de derecha que prefiere los goles de pelota detenida. Una exageración sin duda. Pero en el comportamiento en la cancha y afuera de ella los futbolistas son hombres que tienen una concepción de la vida que sí se podría calificar de política.
     Hace algunas semanas, a propósito de la polémica despedida de Juan Román Riquelme de Boca se recordó una jugada. La he mirado una y otra vez desde entonces, dura unos segundos, es un momento que ha sido rescatado de su fugacidad por la tecnología. La computadora la repite tantas veces como nuestra voluntad lo requiera, tal como sucedió. Riquelme y Yepes, los protagonistas de la escena, vuelven a tener cada vez la edad que tenían y a vestir la camisetas  de los clubes en los que jugaban: Riquelme para Boca y Yepes para River. Todo se repite pero la jugada ya no es la misma. El mismo Riquelme fue el que la cambió cuando dijo en un reportaje que el que se había lucido era Yepes porque no le había pegado una patada. Se sabe, está establecido como un código de hombres, que el defensor que es sobrepasado con un lujo debe castigar al habilidoso con una patada. Yepes no lo hizo. Sacamos la jugada del fondo de tiempo y lo vemos a Riquelme recibiendo la pelota en un lateral y a Yepes enfrentándolo, presionándolo, según dirían los relatores deportivos. Riquelme se pone de espaldas para proteger la pelota la pisa y la desliza entre las piernas de su rival que queda descolocado. La jugada sigue. Hay un defensor de River que logra pelliscar la pelota pero Riquelme se la lleva por el lateral. Ahora es Yepes nuevamente el que lo persigue y que se le tira a los pies inutilmente, sin embargo su trabajo finalmente da resultado porque la pelota se va de la cancha. La jugada fue ineficaz según podrían decir los que aman la eficiencia porque el rival recuperó la pelota, sin embargo Riquelme fue ovacionado por su tribuna. ¿Se equivocaban, no sabían nada de futbol? No, advirtieron que habían presenciado un acto de creación no exento de belleza. No importaba el resultado, la jugada tenía sentido por sí misma.
     Pero la jugada para Riquelme no terminó. Nos entregó una interpretación que sale de lo frecuente, que habla de su concepción de la vida que, de alguna manera se puede relacionar con la política. Dijo que Yepes se había lucido. Que era de hombre, de la concepción que él, Riquelme, tiene del hombre, renunciar a la violencia, aceptar la superioridad momentánea del rival y comenzar de nuevo.
     Gracias Román, fue un placer tenerte como rival. Todos nosotros, gracias a vos, somos un poco mejores.