martes, 25 de febrero de 2014

Por qué Alfonsín

     Parece necesario, en los tiempos en los que nos atormentan los temblores de un presente amenazador, y en los que lo que está amenazado, tal como lo proclamó Carta Abierta es la patria, agrupar fuerzas.
     Y cuando digo patria amenazada no me refiero a la patria en abstracto tal como la entendían los militares de la dictadura, un simulacro vacío de marchas y taconeos, sino a la patria que proveyó a los hijos de los trabajadores que éramos, de aulas palacio, hoy humilladas por construcciones lamentables que ni siquiera incluyen a los siete mil chicos porteños sin vacante, siete mil chicos sin patria.
     Tal gravedad (quieren que lo repita: siete mil niños sin colegio y nombro solo este hecho porque me parece suficientemente simbólico) de la situación movilizó la voluntad de muchos de rescatar el nombre de Raúl Alfonsín. No creo que para repetir las erráticas y fallidas políticas que lo llevaron, al expresidente, a dejar el gobierno de una manera que sin duda no merecía, sino porque creo que se entiende que la historia son hechos que se encadenan en la lucha, sobretodo en el escenario de la derrota, cuando las ratas abandonan el barco, como suele decirse. Y creo que muchos piensan que el Kirchnerismo es de alguna manera, hijo de esa derrota, una derrota que pretendía ser ejemplificadora, (pienso también en la derrota de De la Rua y Cavallo abandonados por sus amigos del fondo monetario), un escarmiento, una educación presidencial, como tituló Horacio Verbitsky un libro en esos años. El Kirchnerismo nació porque hizo lo contrario a lo que había hecho Alfonsín, porque sabía que retroceder no servía de nada, había que ir por todo, perdido por perdido.
     Hoy hay que agruparse, seguir el legado, como también dijo el maestro Horacio Gonzalez, de viejas y ejemplares derrotas, de nuevos y merecidos triunfos, de la mano con el compañero, porque los buenos, si se me permite incluirme, somos muchos, pero los malos están por todos lados y no van a perdonarnos