jueves, 15 de enero de 2015

Ellos son Charlie

     La muerte, se sabe, es una derrota. Y una injusticia. El ser, nuestro ser, es para la muerte. Jugamos un partido que sabemos que no vamos a poder ganar. Dios sabe el resultado desde un principio, diría con algo de ironía Borges. Faltando un minuto nos cobrarán un penal injusto. Gol del contrario y final del partido.
     La muerte violenta es más complicada. Un mortal le da muerte a otro mortal. Se apodera de la vida del otro al matarlo. Es, sin duda, a pesar de que se ha repetido innumerables veces en la historia de la humanidad, un acto atroz. La repetición, por suerte, no lo naturaliza, mal que le pese a los medios de comunicación que lo toman como elemento preferido para difundir sus valores. El asesinato también es un acto de soberbia. No es Dios el que cobra el penal, es un ser para la muerte el que lo hace y con eso aspira a reemplazar al buen Dios y convertirse en inmortal. En realidad le va a ser imposible usurpar el lugar de la divinidad. Morirá de todos modos. Y morirá condenado como un todos los criminales. La energía de la víctima no se transfiere hacia el asesino, se perderá en el tiempo.
     La violencia política lleva al extremo todas las características de la violencia individual. El ser mortal da muerte, destruye a otro, pero en este caso espera, casi tiene la convicción, de no ser condenado, sino más bien espera ser premiado por haber actuado en nombre de un bien. Destruye al prójimo y además lo convierte en un objeto, una mera letra con la que escribirá un mensaje a la posteridad.
     El ataque a la revista Francesa fue un hecho atroz. La secuencia que prolijamente fue transmitida universalmente conmueve. Tenemos además la foto que detiene esa secuencia en el momento en el que el policía pide una clemencia que no recibirá.
     Qué idea del bien puede justificar ese acto.
     Esos seres mortales disfrazados de comandos y armados con armas sofisticadas no fueron detenidos. Fueron Dioses por un momento. Dispusieron de la vida de sus víctimas.
     ¿Quienes son? ¿Son realmente terroristas musulmanes? ¿Forman parte de algún mecanismo del imperio? ¿Fueron instrumentados? Lo sabido es que el imperio los denunció como terroristas musulmanes y el mundo les creyó. Esa es la peor derrota de la cultura Musulmana. Fueron rápidamente reducidos al estereotipo Occidental. Fueron desde ese momento fueran o no culpables fanáticos y terroristas. Quedaron totalizados en esa definición, no fue posible, no le fue posible a la cultura musulmana, contraponer otra definición de si misma. Son lo que dice el enemigo que son.
     Hay un dibujo que fue publicado en el semanario francés: un musulmán trata de protejerse de las balas con el Corán. El texto dice: el Corán no para las balas. No se si hay comicidad en ese dibujo pero dado lo que sucedió y lo que seguramente va a suceder esa obra se convirtió en profética.
     Los franceses salieron a la calle encabezados por los jefes de la Otan y políticos aliados. Asesinos, mortales que han tomado y toman la vida de mortales de la periferia por una idea del bien a la que llaman Occidente.
     El Europeo se ha hecho ha si mismo creando esclavos y monstruos dijo el gran Sartre