miércoles, 22 de febrero de 2012

Malvinas y los cadáveres

     ¿Existe la realidad o lo que vivimos es una serie de representaciones de lo real? El poder es lo real, bobo, me diría alguien con razón. Pero cuál es el rostro del poder. Qué ser de carne y hueso recibe el mensaje y el libreto que hay que representar. Será el primer ministro inglés David Cameron. Creo que no. Más bien parece un ser abrumado que no sabe muy bien donde está. Europa es el Titanic, un barco lujoso que sin embargo no puede mantenerse a flote. Ese desafortunado señor, David Cameron, un pésimo actor, denunció a la Argentina como potencia imperialista. Si esa es la representación de la realidad que el poder quiere imponer me parece bastante berreta. Andan flojos de guionistas los muchachos. Desde la periferia, sus seguidores, acaso nostálgicos de una antiguedad ideológica casi olvidada le hacen el aguante. No parece suficiente.
   (Mientras escribía el artículo sobre Malvinas sucedió la tragedia de once)
    Este artículo debe quedar inacabado. Así como la muerte interrumpe la vida, lo real vuelve a ser una pila de cadáveres, así como lo fue en Malvinas, y podemos pensar que aquellos muertos y estos se unen. Son nuestros muertos, trabajadores esforzados, vidas humildes, gente con alguna esperanza que ahora se truncó.
     Ya los miserables están haciendo su trabajo. Hacen cuentas políticas y abren sus bolsillo con la esperanza de que alguna moneda les quede. La muerte debe ser banalizada, debe ser convertida en un espectáculo: solo así   podrá repetirse una y otra vez

jueves, 2 de febrero de 2012

Homenaje al Flaco Spinetta

     ¿Hubo una cultura de la dictadura? La pregunta parece llevar en sí la respuesta pero no es así, ni siquiera estamos seguros de querer responderla. Podemos agregar otra aún más incómoda: ¿ qué queda de esa cultura en el presente?
     Como respuesta podemos nombrar, con facilidad, nombres propios de conductores televisivos; de cantantes devenidos directores de cine o algo parecido; de señoras con modales refinados; de facultades privadas de donde salieron los cuadros del proceso; e incluso de un medio de comunicación que hoy es cuestionado por el estado. Pero no. La lista siempre va a ser incompleta y nos va a dejar insatisfechos o va a repetir algo ya dicho, probablemente mejor escrito y documentado, por algún escritor profesional. Prefiero contar una historia personal. Vino a mi memoria en estos días (¿vienen los hechos hasta una memoria inmóvil o son traídos por alguien y en ese caso por quién?) un recital que se realizó creo que en el año 1977 (el error, lo inexacto, la recreación y sobretodo el olvido son tintas que usa la memoria) en el club Hípico de Palermo. Fui a ese recital con mi hermana. Tocaban otros músicos (Lito Nebbia era uno de ellos) pero fuimos especialmente para ver a Spinetta. ¿Por qué? La dictadura estaba en plena tarea. El silencio parecía cubrirlo todo. Fuimos porque sentíamos que íbamos a encontrar la diferencia (leímos hace poco, en un libro de José Pablo Feinmann, que el ser es la diferencia. Que todo en su ser se refiere a otro con el cual se diferencia). Es decir, la palabra poética, viajando, traída para nosotros por la voz de ese músico que esa noche iba a tocar para nosotros.
     Era nuestro secreto, no importaba si ese secreto era compartido por cientos de pelilargos. El vacío, lo no dicho, lo secreto, era la diferencia, todo lo demás era la estridencia enceguecedora de la dictadura.
     Ese hombre, ese flaco de voz aguda, no nos defraudó: dijo la palabra poética, esa que "no se entiende", que no puede ser incluida en una publicidad o en un comunicado. Cantó esas palabras que están más familiarizada con los gemidos de alguien que ha perdido la razón (Starosta) o con los susurros que usan los amantes (quién se preocupa por el significado de esas palabras dichas al oido).
     Hoy los diarios amarillos dicen que esta enfermo. No sé. Lo que supe definitivamente, luego de aquel recital, es donde está la diferencia. No en un cuerpo débil que resiste sino en la palabra poética que se dice, a veces heroicamente, como aquella, ya lejana, noche de 1977.