Todo en Lilita es un exceso, hasta su derrota. La conocimos en los lejanos días de la reforma constitucional del año 1994 en los que se destacó como referente alfonsinista, algo intelectual (sus admiradores suelen exagerar ese rasgo, pero nunca pudo demostrar ni en un artículo, ni en una exposición pública un nivel cultural que superara la media de la clase política Argentina) y cercana a lo que entonces se entendía como centroizquierda.
Un día apareció con un pesado crucifijo y aún así no pareció que hubiera cambiado demasiado. Ese nuevo exceso, ahora teológico, le daba una teatralidad que ya tenía rasgos de comedia. Sin embargo, el hecho que la llevó a su mejor interpretación fue el triunfo de Nestor Kirchner en las elecciones en las que Lilita se había presentado como candidata a presidenta por primera vez.
Fue una derrota pero fue también un renacer. Se despojó de los ropajes de centro izquierda que ya le resultaban incómodos y se puso los de centroderecha. Aprovechó el declinar de Ricardo Lopez Murphi y se puso en su lugar, lo que significaba absorber los mejores cuadros de esa corriente política y el derecho a ocupar los mejores espacios en los medios dominantes.
Sin embargo, cuando ocurrió lo que se llamó la crisis del campo no pudo liderar a ese sector: Cobos ocupó ese lugar. Pudo haber sido el comienzo de su declinar, pero en las elecciones del 2009 su partido la Coalición Cívica quedó en segundo lugar a unos pocos puntos del Frente para la Victoria.
Se puede decir que la reacción inesperada del Kirchnerismo la desubicó. Se esperaba un declinar de la presidenta parecido al de Alfonsín pero lo que sucedió fue una contraofensiva con una serie de medidas a las que no se supo cómo reaccionar. Si toda la vida se había dicho que había que hacer una nueva ley de medios, cómo oponerse. Si se había presentado un proyecto parecido a la Asignación Universal por Hijo cómo decir que se estaba en contra.
Ahí apareció ese personaje mediático increíble, vilipendiado hasta el exceso por 678 y usado hasta el hartazgo por TN. Se convirtió en la contracara farsesca de Cristina imitando mal alguno de sus mejores y de sus peores rasgos. Si Cristina anunciaba el cielo, ella ofrecía el apocalipsis; si el pueblo salía a la calle a festejar ella veía actores pagos por el estado. No se dió descanso ni en el duelo de su rival y nos agotó y se consumió a si misma hasta casi desaparecer en las elecciones del 2011.
Y entonces volvió Jorge Lanata. Le pusieron rapidamente el vestuario lo maquillaron un poco y lo empujaron para que saliera a escena. Beatriz Sarlo también interviene en la obra. Recita un manual de buenos modales que ella llama republicanismo. Aparece también un grupo de extras con cacerolas a modo de coro griego.
Todo eso para reemplazar a Lilita. Dicen su discurso pero no es lo mismo. Ella inundaba con su carisma. Hacía pausas, miraba a cámara, lloraba, engordaba, adelgazaba y volvía a engordar, todo por su público. Dirán que su discurso es el discurso de Clarín o incluso pueden decir que es el de la clase social que se niega a perder sus privilegios, pero suyo o ajeno ella decía las palabras y se apropiaba de ellas como las grandes estrellas del espectáculo argentino-
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