domingo, 3 de junio de 2012

La historia como repetición

     Hay una tendencia en el pensamiento a creer que la historia se repite. Aunque la repetición pueda parecer asfixiante, tiene el atractivo de lo mecánico: si esto ocurre, sucederá luego aquello y todo seguirá más o menos igual.
     Horacio Gonzalez, en su último libro "La Lengua del Ultraje",cita a Sarmiento: "la Mazorca, con los mismos caracteres, compuesta de los mismos nombres. Ha existido en la edad media en Francia en los tiempos de la guerra entre los partidos de los Armagnar y del duque de Borgoña". Luego dice el propio Horacio: Sarmiento resuelve todo con un ejercicio de sustituciones...Esta sustitución opera por reemplazo de cada punto por otro que mantiene su correspondencia por encima de las distancias de época...De esta forma se hacía fácil poner en juego el recurrente motivo de la "repetición de la historia".
     Este mecanismo de la repetición también lo ve Horacio Gonzalez en el Dieciocho Brumario de Karl Marx: "Marx describe la repetición histórica con grandes argucias metafóricas, como producto de un pasado que se transforma en fuerza onírica colectiva, a la manera de una recurrente pesadilla que lleva a la pavorosa ilusión de que es posible relatar los hechos nuevos con los recursos que una epopeya anterior ya ha preparado. Y luego: "El tiempo circular, sin embargo, no atraía a Marx, y si como tragedia le era levemente aceptable, el mundo moderno ya tenía que decidir que la mentalidad colectiva atrapada por la cita del pasado solo podía considerarse una farsa."A este concepto queríamos llegar: la repetición se hace imposible, porque al repetirse un ciclo, ya sin algunos de sus elementos que lo acompañaban, se convierte en una farsa.
     Cómo se puede considerarse entonces a la reaparición de estos señores Biolcatti y Bussi y su coro de cacerolas indignadas sino como una farsa. Hay sí un ciclo que se repite: el triunfo de Cristina, esta vez no con el 47 % de los votos sino con 7 puntos más; aumento de los impuestos, desde una cifra irrisoria a una más cercana al equilibrio; 8000 millones de dólares que ese sector no liquida, solo para demostrar que son ellos los que mandan; y una reacción del sector político esta vez algo más racional permitiendo la sanción de la ley que permite el aumento de los impuestos. Es decir: igual, pero no tanto.
     También se suma a estos ciclos farsescos lo que podemos llamar el teleteatro del dolar, no disociado, como ya dijimos con la manera que el poder económico le hace sentir su fuerza al poder político cuando este intenta salirse de la linea de sus intereses, pero relacionado también con una cultura del miedo a perderlo todo de un sector importante de nuestra sociedad. No hubo una respuesta adecuada, a mi entender, para desactivar ese miedo entendible de un grupo social que todavía tiene memoria de pasadas catástrofes que truncaron más de una vida. Y es una falta que pronto se deberá cubrir sobretodo tratándose de un gobierno que ha entendido que toda batalla política es también una batalla simbólica.

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