De Kirchner me interesa el momento de su derrota. Recordemos, fue en el año 2009 en la elección de diputados en la provincia de Buenos Aires en la que fue derrotado por un integrante de la troupe del programa de Marcelo Tinelli: Francisco De Narvaez.
La historia había empezado en 2008 con los cuatro meses de lock out de la patronal del campo. Un intento de golpe de estado que un grupo de intelectuales caracterizó como intento destituyente. No se trataba del tradicional golpe de estado donde los militares sacan los tanques a la calle, en este caso el poder real salía sin intermediarios salía a ostentar sus tractores y sus móviles de televisión. Se sabe: el conflicto se resolvió con la derrota en el parlamento del proyecto de ley que había generado el conflicto. Ya en esa resolución se empezaba a dibujar un momento nuevo en la historia, una anomalía como bien dijo Ricardo Forster,: el poder real no sacaba sus ventajas en la clandestinidad de una reunión secreta, sino que tenía que batallar en el parlamento.
En los días posteriores corrió el rumor o mejor se instaló el rumor de la renuncia de Cristina Fernandez. Un borroso vicepresidente que había votado en contra del proyecto de su propio gobierno se estaba preparando el traje donde se cruzaría la banda presidencial. Pero Cristina Fernandez no renunció. Eso sí que era nuevo, un político, una pareja política debemos decir, Cristina Fernandez y Néstor Kirchner no renunciaron.
Fue en esos días, una semana después de la derrota, que Nestor Kirchner asiste a un acto de Carta Abierta, un grupo de intelectuales que se habían juntado como grupo en esos días tormentosos y que habían creado el término intento destituyente que mencionamos antes dándole un sentido a todo lo que estaba pasando. Habló Horacio Gonzalez y recordó a otros derrotados, a otros que lucharon en medio de la derrota, a los compañeros de la resistencia peronista. Néstor escuchaba atentamente. Era uno más de un grupo que no sumaba más de 100 o 200 personas. Luego habló, alentó a los compañeros a no perder la alegría a pesar de la derrota. Aunque en realidad lo que dijo importa poco, el mensaje era su presencia allí, en una plaza de la ciudad de Buenos Aires, sin una cámara de televisión, solo una cámara casera o tal vez un teléfono que registró el acto.
Eso es un militante, un hombre que construye poder, ladrillo por ladrillo, ensuciándose las manos con el material y que vuelve a construirlo desde el principio si es que alguna tormenta ocacional lo ha derribado, sin descanso, aún hoy, después de la muerte.
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