martes, 12 de marzo de 2013

La circulación de la palabra

     ¿Qué tiene de extraordinario un curso de ingreso a un profesorado de filosofía? ¿Puede este acontecimiento, la narración de un hecho, digamos banal, convertirse en objeto de reflexión y aún de escritura? Si lo pensamos bien si. Usemos, como aconsejaba Zizek, no una mirada de frente, de sentido común, realista, sino una mirada al sesgo, de costado, y tal vez advirtamos, luego de leer el artículo, algo pifiado claro, lo extraordinario del caso.
     Convengamos que la filosofía, como materia de estudio, no es de las más rentable. En el mismo profesorado, nos referimos al Joaquín V. González, funciona un prestigioso departamento de inglés. Allí van las futuras mujeres y hombres que circularán por los onerosos institutos de enseñanza del idioma del imperio.
     Tenemos, entonces, el primer punto extraordinario: mujeres y hombres deciden aprender una materia que en principio no los va a ayudar a salir en las revistas de moda, y un equipo docente liderado por Mónica Da Cunha y Ernesto Iriarte, más docente asociados y alumnos avanzados, que deciden enseñar de una manera, ya veremos, creativa y arriesgada.
     Se trabajan autores de la filosofía y de la pedagogía, pero Mónica y Ernesto, y ahí aparece nuevamente lo extraordinario, deciden requerir de la palabra de los estudiantes. ¿Qué pasa allí? ¿No era que los profesores bajan el saber de los héroes del pensamiento? ¿No habían ido los estudiantes precisamente a ello: es decir a que alguien les explique un saber de por sí complejo? ¿No se produjo allí una defraudación, un abandono?
     Esa decisión tiene, sin embargo, una recompensa: en principio nadie se mueve de sus lugares y luego los estudiante siguen viniendo con más entusiasmo cada vez. Pero lo más importante, y allí la noticia que merecería salir en los diarios, es que la palabra requerida por Mónica y Ernesto circula, medio temblequeteando al principio, y luego más firme, y finalmente deambula, como toda criatura naciente, discutidora, ruidosa, y por qué no algo irrespetuosa.
     Se sabe, en la realidad circulan discursos sofocantes, colonizadores, poderosos, que ofrecen la recompensa del éxito a quienes lo pronuncien. Qué posibilidad tiene, entonces, ese discurso colectivo inventado en el Joaquín, frente al discurso de los aparatos ideológicos de la publicidad y de los medios de comunicación. Muy pocas. Pero si es cierto que los discursos producen sujetos, esas palabras nuevas, que ya queman en la garganta de los estudiantes de filosofía, brillarán pronto en la garganta de otros, de muchos, en un futuro cercano.
     O no. Tal vez. Ojalá

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