La muerte es indiscutible, clausura la posibilidad de toda argumentación. Nadie se animaría a discutir entonces que la muerte es noticia. Si uno tiene la paciencia de detenerse ante la pantalla de cualquier televisiòn la vera, me refiero a la muerte claro, desplegarse en los sucesivos escenarios.
Nos muestran la muerte con todas sus miserias, no nos ahorran nada, la muerte que le sucede a los miserables (en el sentido que Víctor Hugo los nombró) las muertes patricias todavía son invisibles. La muerte vuelve visibles a los miserables, son noticia por un instante, es decir que los integra en la realidad, una realidad previamente guionada por supuesto, y no importa cuanto dolor deban superar, tendrán que cumplir su papel si pretender ser enfocados.
¿Cuál es el sentido de todas esas muertes que explotan en una pornografía insoportable del amarillismo televisivo? Nadie responderá a esa pregunta, es una pregunta que esta fuera de lugar en la patria televisiva, porque si uno se pregunta por el sentido de cualquier cosa pierde toda posibilidad de ser noticia y deja de ser enfocado. La pregunta supone una demora, una búsqueda, una problematización de lo interrogado.
Horacio Gonzalez en su último libro (historia conjetural del periodismo) ubica al parte de guerra como posible antecedente del periodismo. ¿No decía Heraclito, el oscuro, que el nucleo mismo de la realidad era la guerra? ¿No es lògico entonces que la noticia este en el núcleo de la realidad? Sucede que la noticia es una de las formas de la guerra, casi podemos decir que es la misma cosa. La guerra, esa tensiòn constante, que convierte a la paz (otra vez Heráclito) en una guerra latente, está ,creo yo, apenas disimulada por la retórica periodística de la muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario