El general Perón, con una ironía que nos arriesgamos a calificar de borgeana, decía que en el país había radicales, conservadores, e incluso comunistas pero que todos eramos peronistas. El viejo líder tenía razón, el peronismo en el país era mayoría aunque había también una cantidad importante de antiperonistas. Pero estos últimos, en la medida en que tomaban como modelo para elaborar su identidad al peronismo también formaban parte, involuntariamente claro, del territorio peronista.
En la era de la grieta, el esquema se repite. El poder mediático denomina a su rama política como oposición. Están despojados hasta de su nombre propio. No son ni cobista, ni massistas, ni miembros del Pro, son simplemente la oposición.
La caída de Massa se explica por ese esquema pifiado. Empezó como un Capriles, es decir un candidato moderado, que no rechaza todo el proyecto oficialista en su totalidad, pero que viene a traer racionalidad a un populismo que carece de ella. Pero a poco de haber ganado la provincia de Buenos Aires adquirió gratuitamente el discurso de la mano dura que como sabemos garantiza una gran cantidad de centimetraje mediático pero que al final del camino espanta hasta a los mismo que lo pedían. ¿Donde están sino Aldo Rico, Ruckauf, y tantos otros abanderados del garrote represivo?
Tiempo atrás sucedió lo mismo con Cobos. Luego del estrellato del no positivo le tocó en suerte liderar una mayoría legislativa, el grupo A, que tenía número para imponer proyectos y se dedicó a tratar infructuosamente de entorpecer la ofensiva Kirchnerista luego de la derrota del 2009.
Cuando el gobierno nacional estimuló la apertura de un instituto de historia que tomaba el discurso revisionista, José Pablo Feinmann se opuso. Afirmó que el revisionismo había sido importante en la tarea de cuestionar la historiografía mitrista pero que a esta altura era tiempo de elaborar un discurso histórico propio. Los políticos de la oposición pueden tomar ese consejo para su propia situación. Tal vez el PRO este tomando ese camino. Incluso fue elogiado por la presidencia por decir lo que realmente piensan. Encarnan sin más el proyecto neoliberal, sin culpas y sin disimulo.
El pueblo en las urnas tendrá la última palabra
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