El búho levanta vuelo cuando el día ha terminado. Y qué ha quedado del día: un sabor que con cierta tristeza denominamos sabor de la derrota.
El día de la votación, a pesar de los sabores que pueda dejar tiene todavía algo de festivo, la memoria de lo festivo tal vez, de aquellos días, hoy lejanos, de los ochenta, cuando con la democracia, tal como lo prometía Raúl Alfonsín, con su sola presencia, se podían solucionar los problemas básicos.
Claro que no se podía, pero no era ridículo pensarlo, tal como hoy nos parece, si uno cree que se piensa situado en una dinámica histórica que casi nunca declara su sentido, porque ese sentido, que será transitorio, será el resultado del tránsito de ese movimiento histórico, del resultado del conflicto que inevitablemente se produce.
No creo que valga la pena enumerar uno por uno cada episodio de la historia de los votos en la Argentina, solo nos quedaremos arbitrariamente con el último, el voto de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el día de ayer y con una pregunta, tal vez la más banal: por qué gana Macri.
Si uno la foto que Clarín, el diario de los argentinos, publicó en su portal en el día de hoy, el festejo del PRO, con su ya tradicional estilo escolar, no podrá menos que sentirse ajeno, extranjero, distinto de todo lo que esa imagen representa, de todos esos personajes que se pueden ver, con sus bocas abiertas, danzando sin elegancia. Pero esos dudosos personajes son dirigentes políticos, son representativos, abrumadoramente representativos según lo dice el resultado de la votación. Qué representan, a quién representan. Representan al pueblo.
Ya que nos cansamos de decir que la política es conflicto, también los términos con que definimos la política deberán ser puestos en disputa y esa disputa, el resultado transitorio de esa disputa, le deja a esos personajes la representación del pueblo de la ciudad. A ellos les gustará decir de la gente de la ciudad, pero no dejará de ser un espacio que no tendrá una definición clara como el de clase social, es decir no será suficiente con saber el lugar en que cada uno se ubica en el mecanismo de producción para predecir su comportamiento político, deberemos usar elementos más débiles, resbalosos, cambiantes.
Hay en lo que por costumbre llamamos futuro, otra instancia electoral, pero en mi opinión el resultado ya se definió: ganó el neoliberalismo, gano el proyecto (también ese término está en disputa) de la globalización, y la próxima elección se hará en los términos de la globalización: tendremos el ballotage que será el nombre de un simulacro, de una representación, de una mera disputa de imágenes.
Tendremos nada, si se me permite usar esa expresión ajena a nuestro lenguaje, pero aún en la fiesta de lo uno el no-ser deberá ser representado y mejor representación de la nada que el blanco, el voto en blanco, que es, que será, la representación de una ausencia, de una falta, de una resistencia.
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