jueves, 28 de septiembre de 2017

Cesar Aira, un burgués pequeño, muy pequeño

   ¿Todavía existe la burguesía? Busqué la palabra en el diccionario de 300 palabras que manejan los medios y no la encontré. Tampoco oligarquía terrateniente y obvio tampoco revolución o revolucionario. Existe, sí, una palabra que quizás por su condición de rareza, de diamante perdido de alguna corona de otros tiempos, ha adquirido la dimensión de palabra maldita del (perdón) país burgués. Me refiero claro a la palabra política, político, politizado con todas sus derivaciones y preferentemente con el adjetivo populista.
   La política, como se sabe, atenta contra la paz de los hogares argentinos y es la causante de lo que algún redactor de diccionario nombró como grieta.
   Cesar Aira, exitoso escritor argentino, que no da notas en su país y sí en mercados más importantes como el mexicano y por supuesto el español, se mostró visiblemente molesto con la posibilidad de una literatura relacionada con la política.
   En la primera pregunta dijo sentirse frustrado con las reseñas que se centran en aspectos ideológicos del relato. El periodista mexicano sale en su ayuda y le dice que su aceptación entre los jóvenes se debe sobretodo en su desapego ideológico (¿?). Más adelante retoma su obsesión cuando habla de la obra de su amigo Fogwil, dice que lo perjudicó su formación de sociólogo y que sus historias siempre desembocan en su visión política del mundo mientras que su obras está relacionada con la fábula.
   La frutilla del postre está en la última pregunta. El periodista (¿el propio Aira?) le dice que dada su poca militancia política (¡otra vez!) Carlos Fuentes se equivocaba con aquella predicción de que usted ganaría el premio nobel en 2020 (¿Carlos Fuentes o el propio Aira?). El bueno de Cesar contesta que tendría que ponerse en una campaña de derechos humanos pero que no tiene, por si a alguien le quedó alguna duda, ningun interés en eso.
  La política, dice y repite y cansa, no me interesa en absoluto.
   ¿Era necesario tanto en pos de una candidatura a un mero premio nobel de literatura? ¿Por qué menciona los derechos humanos como particularismo de ese gran universal, la política, que tanto lo obsesiona? ¿No es un poco miserable viniendo del país que viene?

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