El premio Nobel boludea a la literatura, quiero decir la convierte en una boludez, en un concurso de feria, en una tabla de posiciones que se dilucida, según se puede leer en la prensa en una casa de apuestas. Dirán que boludear no es una palabra académica, digamos banalizar entonces, o vaciar si a ustedes le gusta más, podemos incluso usar la palabra mediatizar, porque en la medida que a la literatura y a sus escritores se le puede poner precio, se los puede poner a concursar y se les puede sacar fotos más o menos simpáticas, y se puede demostrar que ellos también como las vedettes del Maipo (qué antiguedad), los jugadores de futbol o los gerentes del JP Morgan lo que les interesa es la plata y la fama.
Hubo un escritor que no lo aceptó, como todos saben se llamó Jean Paul Sartre. No aceptó el premio porque lo consideraba una forma en que la burguesía recuperaba sus miembros rebeldes, incluso para los que habían profesado ideas revolucionarias.
Basta su ejemplo para soñar en que la literatura todavía tiene la potencia de cuestionar los dispositivos culturales mediante los cuales la dictadura burguesa (esta es una expresión que usaba frecuentemente Sartre. Se que a algunos les causará gracia pero la uso igual) se mantiene en el poder
No hay comentarios:
Publicar un comentario