Si tuviera que señalar una sola característica del antiperonismo diría que es antidemocrático. Lo que lo ha caracterizado desde su comienzo fue su odio al que consideraba como ajeno al país que sin duda les había pertenecido desde siempre. El país se vió privado de la democracia, de una mínima democracia durante cincuenta años, por decisión del antiperonismo, que sin duda existía antes que el peronismo existiera, durante el periódo peronista encontró su nombre, o su carencia de nombre.
El proyecto de la generación del 37 y luego la del 80 fue la eliminación del indio y del gaucho, pensaban reemplazarlos por europeos, pero, claro, les salió mal porque lo que vino fue la chusma imigratoria de ácratas y hoy de latinoamericanos.
Gobernar era entonces poblar de europeos. A falta de ellos hubo que descubrir a Don Segundo Sombra, ese tropero bueno que ya no era ni Facundo ni Martín Fierro y contruir el gran país que merecíamos tener fundamentándolo en la autoridad y en la obediencia: finalmente cada uno en su lugar, el que manda mandando y el mandado agachándose a obedecer.
Vino Perón y ahora vineron los kirchneristas. A Perón hubo que derrocarlo, fusilar al voleo, promulgar el decreto 4161 que en nombre de la libertad le quitaba el nombre a los que finalmente tenían uno.
Con los kirchneristas por ahora es más sencillo, basta con que alguien tenga denuncias por más absurdas que esas denuncias sean y se lo puede privar de su banca en el congreso y encarcelarlo y exponerlo al escarnio público.
No hay una grieta entre peronistas y antiperonistas, la grieta es una metáfora inventada por los antiperonistas, que remite más bien a la naturaleza que al conflicto de la historia. Y ese conflicto es nada más ni nada menos que la lucha de clase, tal cual se manifiesta en la Argentina por más que ganen en barrios pobres.
No basta con ser pobre para pertenecer al pueblo, hace falta una intención, una reflexión sobre lo que acontece y sobretodo una elección, que entiendo no es la más cómoda.
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