Hay una prohibición en la Argentina. Una prohibición que nadie se anima a romper de ningún lado de la grieta. Lo que está prohibido es elogiar a Cristina Fernandez. A Nestor sí se lo puede elogiar, total está muerto y ya no jode. Cristina todavía los puede mandar a zurcirse el orto. Así, con esa retórica salvaje, ata los caballos en la Plaza de Mayo y se sienta a descansar metiendo las patas en la fuente.
Pero no es un problema personal, es un problema con la interpretación del peronismo como hecho revolucionario del país burgués (lo de revolucionario corre por cuenta de un no peronista como Tulio Halperín Donghi). Y no se trató de una interpretación hecha desde un púlpito académico, fue una interpretación que se unió a una experiencia. Fue una interpretación que inauguró al kirchnerismo como tal y que inspiró las medidas que se dieron sobretodo luego de la derrota del 2009. Una interpretación que llevó una mujer a bancarse un paro oligarca liderado por machos con olor a bosta y a dólares panameños.
Y por eso se bajaron los cautos, los serios, los que siempre caen parados y que nunca se quedan sin laburo, los que en 2016 pedían autocrítica. ¿Autocrítica ante quién, ante los hambreadores y los fusiladores de militantes o de niños? Ante ellos no nos disculpamos nunca, resistimos. Pero aún los cautos y hasta algún integrante del gobierno neoliberal ante la brutalidad del Angel Exteminador, piensan que el peronismo va a tener que volver para suturar las heridas.
Pero qué peronismo: un peronimo sin Cristina. Para los optimistas ese peronismo sería un menemismo apenas maquillados y los resignados un cafierismo del temprano y derrotado bipartidismo.
Cristina es la diferencia. Un gobierno que trasfiere dinero de los que más tienen a los derrotados del 2001. Un gobierno de la "mentira" del bienestar social. Un gobierno que merece ser llevado como bandera a la victoria
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Creo que para que pueda existir la experiencia debe existir la comprensión, o por lo menos la intención de integrar pensamiento y acción. La experiencia sin comprensión nos lleva a chocarnos una y otra vez con la misma pared y la comprensión no es plena si no la llevamos, si no la convertimos (como dijimos que pasó a partir de 2008) en experiencia. en algún momento privilegiado experiencia y saber se dan de la mano.
Hoy la experiencia es la del sufrimiento, la punición neoliberal se despliega sin ninguna dificultad en los cuerpos y en las almas. El antiperonismo destruye, parte de la idea de eliminar lo que otro hizo, esa es su brutal eficacia. Pero, qué es lo que destruye: lo que el peronismo construyó.
Los derechos se naturalizan y está bien. No se trata de endiosar a los dirigentes o de construir altares de la patria. Eso se suele hacer en tiempos de derrota, además sería otra forma de ocultar la experiencia, las luchas que fueron necesarias y las que serán necesarias en el futuro. Si la historia la hacen los santos de la espada, qué queda para los seres grises que vivimos en la lucha cotidiana y pequeña: la derrota y la nostalgia de los tiempos en los que vivían los santos que es siempre el pasado. Pero de lo que sí se trata es de valorar lo que se hizo y a quienes lo hicieron.
Valorar a Cristina que soporta como una más la punición del antiperonismo. Pido que se la valore, solo así se empezará a recuperar lo perdido, solo así se podrá comprender lo que pasa.
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