viernes, 14 de junio de 2019

Controversia entre Lucio Mansilla y el cacique Mariano Rosas. Una disputa en el ámbito de la lengua



El libro es “Excursión a los Indios Ranqueles”. Tomo de ese relato dos escenas. La primera es un diálogo entre el cacique Mariano Rosas y el autor de la narración Lucio Mansilla.
La discusión es sobre la propiedad de la tierra y se desprende de esa controversia (discusión) la presencia de dos culturas, de dos cosmovisiones del mundo.
Mariano Rosas hace una pregunta a Mansilla ¿por qué insistía tanto en comprar la posesión de la tierra? Y luego otra: ¿y para qué quieren tanta tierra cuando al sur del río Quinto entre Laghelo y Melincué, entre Aucaló y el Chañar hay tantos campos despoblados?
Mansilla responde que los necesita para la seguridad de la frontera. Mariano replica que la tierra es de ellos, que en el pasado habían vivido entre el río Cuarto. Para Mansilla el hecho de vivir o haber vivido en un lugar no constituía dominio sobre él. Mariano argumenta (¿ironicamente?) que si Mansilla fuera a establecerse entre los indios, el pedazo de tierra que ocupara sería de él a lo que Mansilla contesta con una lógica implacable si podría venderlo a quien quisiera.
Mariano no cree en las razones de Mansilla y para exponer la mentira saca de un cajón de pino un impreso muy doblado y arrugado. Era la tribuna de Buenos Aires. En ella había marcado un artículo sobre el gran ferrocarril interoceánico.
Mariano habla: después que hagan el ferrocarril dirán los cristianos que necesitan más campos al sur, y querrán echarnos de aquí, y tendremos que irnos al sur de Río Negro, a tierras ajenas, porque entre esos campos y el Río Colorado o el Río Negro no hay lugares para vivir. Los cristianos dicen que es mejor acabar con nosotros.
Segunda escena. Mansilla debe explicar el tratado frente a una reunión con los principales capitanejos, indios importantes por su fortuna o por sus años, para que dijesen si les gustaba el tratado. Mariano dice que no hacía sino lo que ellos querían, que su deber era velar por su felicidad, que él no les imponía jamás; entre indios no sucedía como entre los cristianos, donde el que mandaba, mandaba.
La discusión no avanza. Mariano Rosas mantiene sus argumentos: con qué derecho ocupaban el Río Quinto, esas tierras habían sido siempre de los indios, que sus padres y sus abuelos habían vivido por las lagunas de Chemeco, La Brava y Tarapendá, por el cerrillo de La Plata y Langhelo, agregó que no contentos con eso todavía los cristianos querían acopiar (fue la palabra que se valió) más tierra: ¿Cómo no ha de ser nuestra si hemos nacido en ella?.
Mansilla estalla: “ustedes no saben nada porque no saben leer, porque no tienen los libros. Ustedes no saben más de lo que han oído a su padre o a su abuelo. Yo sé muchas cosas que han sucedido antes...Les hemos enseñado a andar a caballos, a enlaza, a bolear, a usar su poncho, chiripá, calzoncillos, bota fuerte, espuela, chapeado.
-No es cierto- interrumpe Mariano Rosas- aquí había vacas, caballos y todo antes que vinieran los gringos y todo era nuestro
-Están equivocados -contesta Mansilla- los gringos, que eran los Españoles (sin darse cuenta establece una continuidad entre la conquista y su propia campaña) trajeron esas cosa, voy a probárselo: ustedes llaman al caballo cauallo, a la vaca vaca, al toro toro, a la yegua yegua, al ternero ternero, a la oveja oveja, al poncho poncho, al lazo lazo, a la yerba yerba, a la azúcar achúca y a una porción de cosas igual que los cristianos. Y porque qué no las llaman de otro modo, porque ustedes no las conocían hasta que las trajeron los gringos. Si las hubieran conocido les habrían dado otro nombre.
El lenguaje, la disputa en él entonces es lo que fundamenta el exterminio posterior de los indios y la propiedad de la tierra por los cristianos.
Los indios no saben nombrar la posesión y el acopio de la tierra, solo saben vivir y morir en ella. No saben vender y comprar la tierra solo usar la porción que necesitan. No saben lo que es la escritura, su memoria está fundamentada en lo que cuentan los mayores.
Mariano Rosas sí sabe leer, tiene un archivo, artículos de la Tribuna que guarda en una caja de pino por eso puede desmentir a Mansilla y denunciar su mentira.
Los gringos, los españoles, el propio Mansilla, como pequeños Dioses les dan nombre a las cosas, las incorporan, las acopian, las poseen, las compran y las venden, nombrándolas.
Tienen una memoria que va más lejos que la voz de los indios mayores. Nosotros oímos a los Ranqueles pero en realidad el que habla es Mansilla.
La voz de Mariano Rosas se perdió como se pierde un murmullo en el viento.

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