El libro es
“Excursión a los Indios Ranqueles”. Tomo de ese relato dos
escenas. La primera es un diálogo entre el cacique Mariano Rosas y
el autor de la narración Lucio Mansilla.
La discusión es
sobre la propiedad de la tierra y se desprende de esa controversia
(discusión) la presencia de dos culturas, de dos cosmovisiones del
mundo.
Mariano Rosas hace
una pregunta a Mansilla ¿por qué insistía tanto en comprar la
posesión de la tierra? Y luego otra: ¿y para qué quieren tanta
tierra cuando al sur del río Quinto entre Laghelo y Melincué,
entre Aucaló y el Chañar hay tantos campos despoblados?
Mansilla responde
que los necesita para la seguridad de la frontera. Mariano replica
que la tierra es de ellos, que en el pasado habían vivido entre el
río Cuarto. Para Mansilla el hecho de vivir o haber vivido en un
lugar no constituía dominio sobre él. Mariano argumenta
(¿ironicamente?) que si Mansilla fuera a establecerse entre los
indios, el pedazo de tierra que ocupara sería de él a lo que
Mansilla contesta con una lógica implacable si podría venderlo a
quien quisiera.
Mariano no cree en
las razones de Mansilla y para exponer la mentira saca de un cajón
de pino un impreso muy doblado y arrugado. Era la tribuna de Buenos
Aires. En ella había marcado un artículo sobre el gran ferrocarril
interoceánico.
Mariano habla:
después que hagan el ferrocarril dirán los cristianos que necesitan
más campos al sur, y querrán echarnos de aquí, y tendremos que
irnos al sur de Río Negro, a tierras ajenas, porque entre esos
campos y el Río Colorado o el Río Negro no hay lugares para vivir.
Los cristianos dicen que es mejor acabar con nosotros.
Segunda escena.
Mansilla debe explicar el tratado frente a una reunión con los
principales capitanejos, indios importantes por su fortuna o por sus
años, para que dijesen si les gustaba el tratado. Mariano dice que
no hacía sino lo que ellos querían, que su deber era velar por su
felicidad, que él no les imponía jamás; entre indios no sucedía
como entre los cristianos, donde el que mandaba, mandaba.
La discusión no
avanza. Mariano Rosas mantiene sus argumentos: con qué derecho
ocupaban el Río Quinto, esas tierras habían sido siempre de los
indios, que sus padres y sus abuelos habían vivido por las lagunas
de Chemeco, La Brava y Tarapendá, por el cerrillo de La Plata y
Langhelo, agregó que no contentos con eso todavía los cristianos
querían acopiar (fue la palabra que se valió) más tierra: ¿Cómo
no ha de ser nuestra si hemos nacido en ella?.
Mansilla estalla:
“ustedes no saben nada porque no saben leer, porque no tienen los
libros. Ustedes no saben más de lo que han oído a su padre o a su
abuelo. Yo sé muchas cosas que han sucedido antes...Les hemos
enseñado a andar a caballos, a enlaza, a bolear, a usar su poncho,
chiripá, calzoncillos, bota fuerte, espuela, chapeado.
-No es cierto-
interrumpe Mariano Rosas- aquí había vacas, caballos y todo antes
que vinieran los gringos y todo era nuestro
-Están equivocados
-contesta Mansilla- los gringos, que eran los Españoles (sin darse
cuenta establece una continuidad entre la conquista y su propia
campaña) trajeron esas cosa, voy a probárselo: ustedes llaman al
caballo cauallo, a la vaca vaca, al toro toro, a la yegua yegua, al
ternero ternero, a la oveja oveja, al poncho poncho, al lazo lazo, a
la yerba yerba, a la azúcar achúca y a una porción de cosas igual
que los cristianos. Y porque qué no las llaman de otro modo, porque
ustedes no las conocían hasta que las trajeron los gringos. Si las
hubieran conocido les habrían dado otro nombre.
El lenguaje, la
disputa en él entonces es lo que fundamenta el exterminio posterior
de los indios y la propiedad de la tierra por los cristianos.
Los indios no saben
nombrar la posesión y el acopio de la tierra, solo saben vivir y
morir en ella. No saben vender y comprar la tierra solo usar la
porción que necesitan. No saben lo que es la escritura, su memoria
está fundamentada en lo que cuentan los mayores.
Mariano Rosas sí
sabe leer, tiene un archivo, artículos de la Tribuna que guarda en
una caja de pino por eso puede desmentir a Mansilla y denunciar su
mentira.
Los gringos, los
españoles, el propio Mansilla, como pequeños Dioses les dan nombre
a las cosas, las incorporan, las acopian, las poseen, las compran y
las venden, nombrándolas.
Tienen una memoria
que va más lejos que la voz de los indios mayores. Nosotros oímos a
los Ranqueles pero en realidad el que habla es Mansilla.
La voz de Mariano
Rosas se perdió como se pierde un murmullo en el viento.
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