Acontece el verano. Sucede. Nos sitúa en relación con la naturaleza. Cuarenta grados sin luz en la ciudad junto al río inmóvil. Eso ya nos aleja de lo cíclico y de lo mecánico, desata energías simbólicas, transitos, argumentos, formateos antiestado, antipolítica y habilita antiguas series de quejas que ya podemos llamar argentinos.
Lo que sucede y acontece, digamos el concepto verano, lo hace en un espacio cultural. Y los espacios se ocupan. Tal ocupación, me arriezgaría a decir crea el espacio. Un espacio sin ocupar no sería espacio sería vacío, desocupación y finalmente nada.
En eso estamos, en el verano, en los espacios que la hegemonía ocupa y que el estado olvida. Se firman petitorios que firman rebeldes un poco envejecidos, desempolvados para la ocasión, bombitas humedecidas, errores no forzados
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