Los mundiales de fútbol generan un efecto raro de suspensión. Nada es como suele serlo en lo que solemos llamar cotidianidad. La gente no corre de un lado a otro, todo puede dejarse para dentro de dos horas o para el día siguiente, lo que demuestra que ese tiempo de vacío y velocidad es arbitrario y es impuesto con el sentido de enloquecer, de que la reflexión, que aparece en la quietud y en la calma no sea posible.
El tiempo de los mundiales parece más calmo. El unánime celeste y blanco anula casi totalmente la sensación de temor que tan trabajosamente han instalado en nosotros. Los bocinazos del triunfo buscan algo parecido a una complicidad, no una agresión. El otro no es un enemigo o por lo menos no lo es con la intensidad que suele serlo.
Se dirá que todo es falso y que ni bien termine el mundial (ya terminó) todo va a seguir igual. Es verdad, pero por lo menos tenemos que tener la conciencia que si las relaciones culturales que supimos lograr son suspendidas por el tiempo de un mundial es que son tan falsas como la fiesta que dura ese mes o mes y medio. Nadie puede suspender lo que es natural.
A los compañeros que dicen que el fútbol es el opio de los pueblos y que no hay que descansar en la lucha, les diría que tal vez en nuestras vidas tenemos suficientes vacaciones y queremos trasladar a los demás algo de nuestro espíritu patronal no suficientemente decostruído.
El fútbol es un juego maravilloso. Basta un poco de papel abollado y un par de puloveres para armar un partido con los amigos y ,ahora por suerte, también con alguna amiga que la mueve bien.
La selección Argentina llegó al segundo puesto y se lo festejó: esta bien. Me gusta la tradición olímpica del podio. Allí no hay un único ganador, o sí lo hay pero se sabe que el segundo (medalla de plata) y aún el tercero (medalla de bronce) son merecedores de admiración.
En el tiempo lento del mundial hubo incluso espacio para hablar de grupo y de una camiseta con todos los números. El equipo es el otro y también nosotros, una totalidad hecha de amor y juego.
ahora el vewrdadero partido, el del país, en este parece que no todos estamos del mismo lado, o sea no conformamaos un equipo, y esto es lo que distinguió a la selección de Sabella, el equipo
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