¿Podrá la muerte restituir la vida?. En todo caso: cuántos muertos hace falta: mil asesinatos por cada muerto; diez mil, un millón, seis millones. ¿Sirven los heridos, los torturados, las violadas, los mutilados? ¿Serán alimento suficiente? ¿En qué momento y de qué manera el asesinado trasfiere humanidad al muerto? Luego de la trasferencia si es que existiera tal cosa en la realidad: ¿es posible una comunidad del asesinado y el muerto? ¿Estará el muerto satisfecho con su restitución o habría preferido asesinar a otro, recuperar la humanidad de otro asesinado? ¿Estará contento el asesinado con su sacrificio?
Pido perdón por estas preguntas absurdas a quien pueda ocasionar dolor. Son absurdas porque no tienen respuesta y más aún porque ni siquiera la esperan. Son los argumentos de la industria de la guerra cada vez que comienza a funcionar. Una verdad impuesta a la fuerza.
Evité referirme a un hecho puntual en la historia, aunque creo que cada uno que la lea sabrá ponerle nombre a los asesinos. Y lo último que pido es que nadie mate en mi nombre, ni que nadie me mate. No adhiero al argumento de la muerte Quiero seguir buscando lo poético en lo real, es decir el misterio que se abre cuando se rompe con la literalidad del poder.
Había una foto de una joven que ponía una pequeña flor en el fusil de un soldado. Creo que pertenece a la restitución democrática en Portugal. No importa. Hoy resulta dolorosamente ingenua y a la vez provoca una nostalgia insoportable.
PAREN DE MATAR
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