El tiempo es un río que fluye
y que no vuelve a ser río
El tiempo es un polvo tan liviano
que apenas se lo ve
en los cuerpos que caminan
obligados a vivir
El tiempo es
el mar
el reloj
la estación del tren
El tiempo es nuestra mirada
que antes era dos miradas
que no dejaban de mirarse
y que ahora es una sola
fuera del tiempo
y aún
mirando
sábado, 28 de marzo de 2015
domingo, 22 de marzo de 2015
Macri o dunga dunga
Tal como lo dijo Aristóteles, la política es inevitable. Aún para hacer la opresión más eficaz es preciso desplegarla. La pura represión, dada la desigualdad de la distribución de los bienes sería imposible.
El amo necesita que el esclavo trabaje para mantener su ocio. Cómo hacer entonces (pregunta que se hizo el candidato Macri con su habitual sinceridad) para que el esclavo trabaje por el menor salario posible y que no sea necesario gastar demasiado dinero en la represión de los que no obedezcan.
Se deberá desarrollar algún argumento de persuasión sofisticado, que sin duda será político, y si es suficientemente bueno hasta el mismo amo se podrá considerar un benefactor de sus explotados e incluso ganar alguna elección limpia.
Pero las oligarquías nativas siempre aspiraron a la pura represión. Tal vez por debilidad o por simple perversión. Sentirán un oscuro placer de la épica, nostalgia del general Roca matando indios como moscas con sus tan ingleses rifles Remintong.
Sin embargo es imposible. Tuvieron inventar una clase política de apuro para reemplazar a los toscos y a esta altura impresentables militares. Esa invención resultó también inoperante para satisfacer la ambición de esa clase social no dispuesta a ceder ni una moneda de su botín.
Entonces sucedió el 2001 y como consecuencia de ello el 2003. El genial Discepolín les hubiera dicho yo no inventé el kirchnerismo, el kirchnerismo lo inventaron ustedes.
La última semana se produjo un acuerdo político entre la UCR y el PRO. En un programa de televisión del que apenas pude soportar cinco minutos el ex-intendente Suarez Lastra, canoso, envejecido, fue el encargado de defenderlo. La periodista María Odonell era su colaboradora.
Suarez Lastra tenía que decir, y finalmente lo hizo que , sin duda, Macri (sí Macri) era más republicano que los Kirchner. Traducido sería: Macri pero antes un poquito de dunga dunga
El amo necesita que el esclavo trabaje para mantener su ocio. Cómo hacer entonces (pregunta que se hizo el candidato Macri con su habitual sinceridad) para que el esclavo trabaje por el menor salario posible y que no sea necesario gastar demasiado dinero en la represión de los que no obedezcan.
Se deberá desarrollar algún argumento de persuasión sofisticado, que sin duda será político, y si es suficientemente bueno hasta el mismo amo se podrá considerar un benefactor de sus explotados e incluso ganar alguna elección limpia.
Pero las oligarquías nativas siempre aspiraron a la pura represión. Tal vez por debilidad o por simple perversión. Sentirán un oscuro placer de la épica, nostalgia del general Roca matando indios como moscas con sus tan ingleses rifles Remintong.
Sin embargo es imposible. Tuvieron inventar una clase política de apuro para reemplazar a los toscos y a esta altura impresentables militares. Esa invención resultó también inoperante para satisfacer la ambición de esa clase social no dispuesta a ceder ni una moneda de su botín.
Entonces sucedió el 2001 y como consecuencia de ello el 2003. El genial Discepolín les hubiera dicho yo no inventé el kirchnerismo, el kirchnerismo lo inventaron ustedes.
La última semana se produjo un acuerdo político entre la UCR y el PRO. En un programa de televisión del que apenas pude soportar cinco minutos el ex-intendente Suarez Lastra, canoso, envejecido, fue el encargado de defenderlo. La periodista María Odonell era su colaboradora.
Suarez Lastra tenía que decir, y finalmente lo hizo que , sin duda, Macri (sí Macri) era más republicano que los Kirchner. Traducido sería: Macri pero antes un poquito de dunga dunga
sábado, 7 de marzo de 2015
La oligarquía de turno
No hace mucho se decía, en un contexto ideológico claramente diferente al actual, que el periodismo era el cuarto poder. Ejecutivo, legislativo, judicial, y se sumaba a esas instituciones a las empresas periodísticas.
Nadie, o casi nadie, desde ningún sector, sobretodo en el renacer democrático, se le hubiera ocurrido, cuestionar ese logro, diríamos la sacralización de los medios.
También parecía indiscutible sumar a los medios a la lista de los perseguidos. Ochenta compañeros periodistas desaparecieron durante la dictadura. Había uno sobretodo, a Rodolfo Walsh me refiero, que había escrito una carta abierta a la Junta Militar, pieza fundamental de nuestra cultura, en la que no solo denunciaba los crímenes que se estaban cometiendo sino que se describía el plan de miseria planificada que se estaba llevando a cabo (que se prolongaría durante la democracia) y que explicaba la magnitud de los crímenes, el de su propia hija entre otros, que denunciaba. Aún en tiempos que la dictadura se desvanecía, se secuestró un número de la revista Humor y un número de la revista La Semana, del singular Jorge Fonteveccia. Este último, tal vez anticipando o prolongando tal vez tendría que decir, el estilo amarillista que lo caracteriza, montó una espectacular escena en la que se refigió en la embajada, según creo recordar, de Venezuela.
Se tardó mucho, demasiado a mi entender, en torcer este relato, sin dudas incompleto, al que le faltaban varios episodios, no precisamente heróicos. Uno de ellos, tal vez el más notorio, fue el de Papel prensa. Solamente luego del intento destituyente del año 2008 las cosas quedaron un poco más en claro. Tal vez no fue solamente el episodio en sí, que no difería demasiado de otros que habían sucedido, la diferencia estuvo que en el gobierno había otra clase de políticos pero sobretodo había una generación nacida en democracia que no conocía los antiguos miedos que paralizaron resistencias del pasado.
Debilitado el cuarto poder se tuvo que recurrir al tercero. Se trata de un poder vitalicio, sin legitimación popular. Una especie de nobleza de estado según el término que utilizó Pierre Bourdieu. Ese poder organizó días atrás una reunión en la que habló su presidente Ricardo Lorenzetti. Una clara respuesta al exitoso acto de apoyo a la presidenta Cristina Fernandez. El presidente de la corte actuó como un presidente alternativo, tal vez el presidente que solicitan los que no reconocen como propia a la presidenta legitimada en elecciones populares. Mostró un video en el que puso arbitrariamente al fallecido fiscal Nisman en una lista en la que claramente no le corresponde estar: Madres de Plaza de Mayo, Kosteki y Santillán entre otros muertos ilustres. Mandó a los miembros de Memoria Activa, familiares de las víctimas de la AMIA al patio donde lo podían ver por televisión.
El pobre presidente alternativo lamentablemente no tuvo el gran final esperado para su acto. Se equivocó. Y lo peor se equivocó cuando le contestaba a la presidenta de los plebeyos. Dijo que la causa de la embajada de Israel era caso juzgado y que había habido un fallo en ese sentido en 1999. Qué lástima. Al día siguiente un secretario de la misma corte lo tuvo que corregir, porque la causa, tal como lo dijo la hija del colectivero, está abierta y sin culpables, ni reparación para las víctimas por más que se las mande al patio, a la cocina, o al mismísimo olvido.
Nadie, o casi nadie, desde ningún sector, sobretodo en el renacer democrático, se le hubiera ocurrido, cuestionar ese logro, diríamos la sacralización de los medios.
También parecía indiscutible sumar a los medios a la lista de los perseguidos. Ochenta compañeros periodistas desaparecieron durante la dictadura. Había uno sobretodo, a Rodolfo Walsh me refiero, que había escrito una carta abierta a la Junta Militar, pieza fundamental de nuestra cultura, en la que no solo denunciaba los crímenes que se estaban cometiendo sino que se describía el plan de miseria planificada que se estaba llevando a cabo (que se prolongaría durante la democracia) y que explicaba la magnitud de los crímenes, el de su propia hija entre otros, que denunciaba. Aún en tiempos que la dictadura se desvanecía, se secuestró un número de la revista Humor y un número de la revista La Semana, del singular Jorge Fonteveccia. Este último, tal vez anticipando o prolongando tal vez tendría que decir, el estilo amarillista que lo caracteriza, montó una espectacular escena en la que se refigió en la embajada, según creo recordar, de Venezuela.
Se tardó mucho, demasiado a mi entender, en torcer este relato, sin dudas incompleto, al que le faltaban varios episodios, no precisamente heróicos. Uno de ellos, tal vez el más notorio, fue el de Papel prensa. Solamente luego del intento destituyente del año 2008 las cosas quedaron un poco más en claro. Tal vez no fue solamente el episodio en sí, que no difería demasiado de otros que habían sucedido, la diferencia estuvo que en el gobierno había otra clase de políticos pero sobretodo había una generación nacida en democracia que no conocía los antiguos miedos que paralizaron resistencias del pasado.
Debilitado el cuarto poder se tuvo que recurrir al tercero. Se trata de un poder vitalicio, sin legitimación popular. Una especie de nobleza de estado según el término que utilizó Pierre Bourdieu. Ese poder organizó días atrás una reunión en la que habló su presidente Ricardo Lorenzetti. Una clara respuesta al exitoso acto de apoyo a la presidenta Cristina Fernandez. El presidente de la corte actuó como un presidente alternativo, tal vez el presidente que solicitan los que no reconocen como propia a la presidenta legitimada en elecciones populares. Mostró un video en el que puso arbitrariamente al fallecido fiscal Nisman en una lista en la que claramente no le corresponde estar: Madres de Plaza de Mayo, Kosteki y Santillán entre otros muertos ilustres. Mandó a los miembros de Memoria Activa, familiares de las víctimas de la AMIA al patio donde lo podían ver por televisión.
El pobre presidente alternativo lamentablemente no tuvo el gran final esperado para su acto. Se equivocó. Y lo peor se equivocó cuando le contestaba a la presidenta de los plebeyos. Dijo que la causa de la embajada de Israel era caso juzgado y que había habido un fallo en ese sentido en 1999. Qué lástima. Al día siguiente un secretario de la misma corte lo tuvo que corregir, porque la causa, tal como lo dijo la hija del colectivero, está abierta y sin culpables, ni reparación para las víctimas por más que se las mande al patio, a la cocina, o al mismísimo olvido.
martes, 3 de marzo de 2015
Pepe Mujica, un presidente pobre
Cuál es, cuál debería ser el territorio de nuestras preocupaciones.
La informática nos da la posibilidad de acceder a todos los diarios del mundo, pero, sin embargo, esa posibilidad que sostuvo a la idea de globalización, es decir, el mito de un mundo sin fronteras ha sido sofocada por la hiperinformación.
Pareciera imposible decodificar la avalancha de información referida a lo local, menos podemos soñar en tener una interpretación del mundo. Hay un tiempo limitado, y ellos lo saben, para ponerse frente a la televisión o leer los diarios con espíritu crítico. Ni siquiera sabemos demasiado de nuestro país más cercano que es el Uruguay. Solo creemos saber. Hay estereotipos disponibles de lo que los uruguayos son, sobretodo con respecto a los argentinos. Me permito entonces desconfiar.
Podemos postular, y será una opinión no menos arbitraria que las demás, que Uruguay es un país cómodo, ya que se está usando esta palabra, para nuestra pequeña burguesía. A ese territorio llevan su capitalito para protegerlo de la carga impositiva que pretende imponer el estado; ahí van de vacaciones tal como iban sus antepasados a Mar del Plata antes que ese territorio que consideraban propio fuera invadido por el turismo de masas.
A Uruguay, y los uruguayos lo deben saber y sacan provecho de eso, lo consideran todavía suyo. Desde los afanosos opositores a Rosas hasta los aviadores que bombardearon Plaza de Mayo y encontraron refugio en Uruguay, pero sobretodo, y es la segunda aunque no la última vez que lo decimos, llevan su capitalito, el elemento que los constituye como clase.
El domingo dejó la presidencia Pepe Mujica. Un personaje, diríamos, según el cariñoso uso que hacen de ese término los porteños. Un político que se ha obstinado en cultivar y sobretodo exhibir hasta el hartazgo, un estilo austero, cercano a la pobreza. Era la contrafigura que la estrategia mediática necesitaba para contraponerla a la de Cristina Fernandez, que, hay que decirlo, tiene otro estilo. Viste bien y se nota que está cómoda con una ropa que usa. La porta con autoridad y elegancia. Ahora, ¿le corresponde a ella, hija de un colectivero y de una señora que va los domingos a la cancha, usar esa ropa? No, debería ser como Pepe Mujica, eso es lo que le corresponde.
Ahora qué podemos decir de la forma que han gobernado Mujica en Uruguay y Cristina Fernandez en Argentina. Sabemos que Cristina Fernandez se supo ganar la antipatía de esos que consideran al Uruguay como su territorio. Cobra impuestos elevados a la renta agropecuaria y sobretodo usa ese dinero para reinstalar lo que en otra época se denominaba estado de bienestar, que en criollo quiere decir, planes sociales, moratoria jubilatoria, subsidios diversos y estatizaciones. Cuál ha sido el estilo de Mujica. Qué medidas ha tomado. Sabemos que ha llevado refugiados de Guantánamo, que ha legalizado el consumo de marihuana y pocas cosas más. No tenemos noticias de que haya conmovido la estructura económica del Uruguay. Intenciones, discursos, poco más. En cuanto al capitalito de la burguesía Argenta diremos que sigue siendo sagrado. Uruguay es la Suiza de América, eso no tiene discusión
La informática nos da la posibilidad de acceder a todos los diarios del mundo, pero, sin embargo, esa posibilidad que sostuvo a la idea de globalización, es decir, el mito de un mundo sin fronteras ha sido sofocada por la hiperinformación.
Pareciera imposible decodificar la avalancha de información referida a lo local, menos podemos soñar en tener una interpretación del mundo. Hay un tiempo limitado, y ellos lo saben, para ponerse frente a la televisión o leer los diarios con espíritu crítico. Ni siquiera sabemos demasiado de nuestro país más cercano que es el Uruguay. Solo creemos saber. Hay estereotipos disponibles de lo que los uruguayos son, sobretodo con respecto a los argentinos. Me permito entonces desconfiar.
Podemos postular, y será una opinión no menos arbitraria que las demás, que Uruguay es un país cómodo, ya que se está usando esta palabra, para nuestra pequeña burguesía. A ese territorio llevan su capitalito para protegerlo de la carga impositiva que pretende imponer el estado; ahí van de vacaciones tal como iban sus antepasados a Mar del Plata antes que ese territorio que consideraban propio fuera invadido por el turismo de masas.
A Uruguay, y los uruguayos lo deben saber y sacan provecho de eso, lo consideran todavía suyo. Desde los afanosos opositores a Rosas hasta los aviadores que bombardearon Plaza de Mayo y encontraron refugio en Uruguay, pero sobretodo, y es la segunda aunque no la última vez que lo decimos, llevan su capitalito, el elemento que los constituye como clase.
El domingo dejó la presidencia Pepe Mujica. Un personaje, diríamos, según el cariñoso uso que hacen de ese término los porteños. Un político que se ha obstinado en cultivar y sobretodo exhibir hasta el hartazgo, un estilo austero, cercano a la pobreza. Era la contrafigura que la estrategia mediática necesitaba para contraponerla a la de Cristina Fernandez, que, hay que decirlo, tiene otro estilo. Viste bien y se nota que está cómoda con una ropa que usa. La porta con autoridad y elegancia. Ahora, ¿le corresponde a ella, hija de un colectivero y de una señora que va los domingos a la cancha, usar esa ropa? No, debería ser como Pepe Mujica, eso es lo que le corresponde.
Ahora qué podemos decir de la forma que han gobernado Mujica en Uruguay y Cristina Fernandez en Argentina. Sabemos que Cristina Fernandez se supo ganar la antipatía de esos que consideran al Uruguay como su territorio. Cobra impuestos elevados a la renta agropecuaria y sobretodo usa ese dinero para reinstalar lo que en otra época se denominaba estado de bienestar, que en criollo quiere decir, planes sociales, moratoria jubilatoria, subsidios diversos y estatizaciones. Cuál ha sido el estilo de Mujica. Qué medidas ha tomado. Sabemos que ha llevado refugiados de Guantánamo, que ha legalizado el consumo de marihuana y pocas cosas más. No tenemos noticias de que haya conmovido la estructura económica del Uruguay. Intenciones, discursos, poco más. En cuanto al capitalito de la burguesía Argenta diremos que sigue siendo sagrado. Uruguay es la Suiza de América, eso no tiene discusión
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