No hace mucho se decía, en un contexto ideológico claramente diferente al actual, que el periodismo era el cuarto poder. Ejecutivo, legislativo, judicial, y se sumaba a esas instituciones a las empresas periodísticas.
Nadie, o casi nadie, desde ningún sector, sobretodo en el renacer democrático, se le hubiera ocurrido, cuestionar ese logro, diríamos la sacralización de los medios.
También parecía indiscutible sumar a los medios a la lista de los perseguidos. Ochenta compañeros periodistas desaparecieron durante la dictadura. Había uno sobretodo, a Rodolfo Walsh me refiero, que había escrito una carta abierta a la Junta Militar, pieza fundamental de nuestra cultura, en la que no solo denunciaba los crímenes que se estaban cometiendo sino que se describía el plan de miseria planificada que se estaba llevando a cabo (que se prolongaría durante la democracia) y que explicaba la magnitud de los crímenes, el de su propia hija entre otros, que denunciaba. Aún en tiempos que la dictadura se desvanecía, se secuestró un número de la revista Humor y un número de la revista La Semana, del singular Jorge Fonteveccia. Este último, tal vez anticipando o prolongando tal vez tendría que decir, el estilo amarillista que lo caracteriza, montó una espectacular escena en la que se refigió en la embajada, según creo recordar, de Venezuela.
Se tardó mucho, demasiado a mi entender, en torcer este relato, sin dudas incompleto, al que le faltaban varios episodios, no precisamente heróicos. Uno de ellos, tal vez el más notorio, fue el de Papel prensa. Solamente luego del intento destituyente del año 2008 las cosas quedaron un poco más en claro. Tal vez no fue solamente el episodio en sí, que no difería demasiado de otros que habían sucedido, la diferencia estuvo que en el gobierno había otra clase de políticos pero sobretodo había una generación nacida en democracia que no conocía los antiguos miedos que paralizaron resistencias del pasado.
Debilitado el cuarto poder se tuvo que recurrir al tercero. Se trata de un poder vitalicio, sin legitimación popular. Una especie de nobleza de estado según el término que utilizó Pierre Bourdieu. Ese poder organizó días atrás una reunión en la que habló su presidente Ricardo Lorenzetti. Una clara respuesta al exitoso acto de apoyo a la presidenta Cristina Fernandez. El presidente de la corte actuó como un presidente alternativo, tal vez el presidente que solicitan los que no reconocen como propia a la presidenta legitimada en elecciones populares. Mostró un video en el que puso arbitrariamente al fallecido fiscal Nisman en una lista en la que claramente no le corresponde estar: Madres de Plaza de Mayo, Kosteki y Santillán entre otros muertos ilustres. Mandó a los miembros de Memoria Activa, familiares de las víctimas de la AMIA al patio donde lo podían ver por televisión.
El pobre presidente alternativo lamentablemente no tuvo el gran final esperado para su acto. Se equivocó. Y lo peor se equivocó cuando le contestaba a la presidenta de los plebeyos. Dijo que la causa de la embajada de Israel era caso juzgado y que había habido un fallo en ese sentido en 1999. Qué lástima. Al día siguiente un secretario de la misma corte lo tuvo que corregir, porque la causa, tal como lo dijo la hija del colectivero, está abierta y sin culpables, ni reparación para las víctimas por más que se las mande al patio, a la cocina, o al mismísimo olvido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario