Diríamos que la duplicidad es, de alguna manera, fundante de nuestra nacionalidad. Aprendimos en la escuela que los revolucionarios de mayo juraron lealtad a Fernando VII, entonces cautivo de Napoleón, para desligarse a la vez de la corona española y de su reemplazante José I Bonaparte, impuesto a las fuerzas de España por los invasores franceses y para postergar una declaración de independencia a la que entonces no se sentían fuertes o convencidos de encarar, a eso se le llamó la máscara de Fernando VII.
El caso de Fernando que es Niembro y no Borbón parece guardar bastante distancia con el ejemplo que dimos, tal vez la misma que hay entre tragedia y comedia, pero, sin embargo, guarda la similitud de que se trata de una acción política cuyo propósito es esconder su verdadera intencionalidad. O mejor, intenta salvar la duplicidad que puesta a la luz derrumbaría algo más que un candidato a diputado.
La máscara, en este caso, no es la de Fernando sino la de Mauricio, curiosa pirueta por la cual un personaje que inicia su biografía pública formando parte de la tristemente célebre, patria contratista durante la dictadura, que luego continúa con la escandaloso contrato de la basura aprobado durante la gestión Grosso, que sigue con las cloacas de Morón, la condena por contrabando condonada por la corte menemista, el procesamiento por las escuchas,que ese persoje. Macri claro, lidere un frente anticorrupción acompañado por los impolutos integrante del partido otrora llamado Radical parecía imposible hace algunos año, mientras vivía Raúl Alfonsín por lo menos.
Pero será porque el vuelo del pibe no parece el esperado por el círculo rojo o porque desobedeció la orden de aliarse con Massa, el caso es que le soltaron la mano en el caso Niembro, o tal vez se trate solo de un reto, un disciplinamiento, algo así como portate bien sino sabés lo que te puede pasar, hoy cae Niembro tal vez mañana caés vos
La verdadera máscara quedó a salvo, los cacerolos pueden seguir hablando de corrupción, discurso que esconde, que enmascara, sus verdaderos sentimientos, que son el odio de clase hacia los excluidos incorporados en estos años. Esto último tiene una traducción al lenguaje empresario cuando dicen en voz baja que los sueldos en dólares, los más altos de América Latina deben bajar.
Nuestra incognita es la conducta de Scioli ante estos poderes. ¿Se pondrá el traje de De la Rúa o el de Nestor?
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