La autoridad del nuevo presidente es externa a él. No se puede encontrar en su propia trayectoria fortalezas que generen respeto y autoridad. Su triunfo en las elecciones no parece ser suficiente. Sucede que el que ganó fue un producto genial del marketing, una construcción de la publicidad y de la complicidad de los medios. Podríamos decir, si nos quedara algo de ganas para hacer chistes que el triunfo de Macri no ha tenido lugar, cita de Baudrillard y su libro sobre la guerra del golfo como un simulacro.
Y como no encuentra autoridad en él busca producir gestos espectaculares que tengan como consecuencia la emergencia de lo inexistente. La teatralidad fallida de su asunción fue en ese sentido. Lo acompañaron en esa trama los titulares de los medios hegemónicos en los que se relataba el episodio como una disputa en la que el nuevo presidente imponía su autoridad sobre la de Cristina. Pero el relato no resultó creíble y por lo tanto no fue efectivo
Aquí llegamos a un punto importante. La debilidad del nuevo presidente esta directamente relacionada con la fortaleza de una líder única (este adjetivo no es caprichoso, baste nombrar la conmovedora despedida que le dió el pueblo cuando terminó su gobierno) por eso necesita una prótesis de autoridad.
¿Será el episodio lamentable de la designación de jueces de la corte por decreto un nuevo intento fallido de constuir esa autoridad? Nosotros deberíamos poner fin a esta serie desatinada de intentos que parecen no tener ningún límite ético
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