miércoles, 13 de enero de 2016

La verdad hasta que duela

     La verdad, tal como lo leimos en Heidegger, fue de nuevo Aletheia, es decir desocultamiento. Despertamos y el monstruo estaba allí. Pero ya habíamos visto todo. Los globos se anunciaban a sí mismos como representación. Eran solo cotillón.
     ¿Hay entonces una verdad que se desoculta o una verdad que no se quería ver? La carta robada estaba a la vista de todos. La historia se repite, pero esto qué es, tragedia o comedia. No hay muertos, ni torturados, ni desaparecidos, hay sí una amenaza que pide documentos, que censura a un periodista querido por todos nosotros.
     Gestos visibles que parecen ser también provocación. Les molestaba la recurrencia en la memoria porque en el pasado está, por nombrar solo algunos hechos, los golpes de estado convalidados por las sucesivas cortes supremas, el bombardeo a una plaza de mayo llena de gente, el genocidio, hasta la reciente represión de alguien que es recordado como un tonto pero que debería ser nombrado como lo que es, es decir un asesino, estoy hablando por supuesto de De la Rua.
     La repuesta, como en el día de ayer, debe ser la gente en la calle, las pintadas, las canciones, las obras de teatro, toda forma de resistencia que se tenga a mano

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