Si no está Tinelli bueno es Marley. Todavía sé distinguirlos, aunque es evidente que están emparentados.
Me llegan desde la casa de los vecinos. Desde las distintas casas, porque entro al edificio y desde los distintos departamentos de la planta baja se oye en general lo mismo: una estridencia, un ruido sólido y amenazador que apenas logro apagar cuando entro en mi departamento y pongo mí música. Con algo de culpa porque esas obras no fueron compuestas para esa lucha titánica de sonidos, o tal vez si, no sé. La estridencia televisiva, en todo caso, es una forma del silencio, de aplastar todas las diferencias, de imponerse con prepotencia.
Esa unanimidad de los vecinos me hace preguntarme si yo también debería ver esos programas. Si quiero hablar del poder, sin duda, tendría que conocerlos. Ya lo dijo el maestro Feinmann, los culos de Tinelli son ideología pura. Pobres culos, tan lindos ellos.
Sin embargo sé que la cuota del cable es de 170 pesos. ¿No es demasiado? Si los seguidores de este blog (son seis, pero pronto serán millones) quieren leer mis brillantes análisis acerca de estos señores, deberán mandarme un giro. Ah, no se olviden de agregar algodón para taparme los oídos. Continuará
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