Todo muerto tiene derecho a su historicidad, más aún si ese muerto ha dejado palabras dichas en el drama de la historia pública. Se sabe: la comprensión del pasado requiere de un cambio en las relaciones de poder y además de un trabajo doloroso y del sacrificio de las distintas generaciones de trabajadores y de las manos que van escribiendo el texto colectivo.
Quiero llegar a una frase dicha por un dirigente radical que quizás algunos recuerden: Juan Carlos Pugliese. Ya era un prohombre de la democracia cuando fue llamado por el entonces presidente Raúl Alfonsín para ocupar el cargo de ministro de economía en los tortuosos días finales de su gobierno. Había ganado status de prócer gracias al relato mítico que se había hecho sobre el gobierno de Illia en los primeros tiempos de la democracia: un humilde médico de Córdoba que había gobernado este país con un grupo de dirigentes honestos y había sido derrocado por un grupo de militares fascistas y dirigentes sindicales cómplices. Ese mito despolitizado nos decía que bastaba con un gobierno honesto para que el país encontrara su rumbo sus habitantes la felicidad. Alfonsín tenía una frase que iba hasta ese punto: con la democracia se cura, se come, y no sé cuántas cosas más. Es decir: no se hablaba de un cambio de sistema, solo se reemplazaba a militares por civiles honestos y abriríamos nuevamente la puerta de las fábricas.
Vayamos finalmente a la frase: Pugliese, ya como ministro de economía, se reunió con representantes del poder económico, en medio de un ya lanzado golpe de mercado y declara al salir de la reunión: les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo.
Hoy podemos caer fácilmente sobre esa frase, no solo porque pasaron más de veinte años desde que fue dicha, sino porque las relaciones de poder son distintas. Pero para dejar atrás esa frase y lo que implica hizo falta el sacrificio de millones de trabajadores que fueron dejados en la calle y que se sumaron como víctimas a los miles que podrían haberlos defendido pero desaparecieron en la oscuridad de la dictadura.
Hay, sin embargo, otro relato, que es el que escribió Rodolfo Walsh en su carta de un escritor a la junta militar. En el unía las muertes de la represión con el sistema económico que el denominó como "miseria planificada". No pudimos leerla cuando fue escrita por la censura y luego por la ceguera más o menos voluntaria de los años ochenta y noventa. Ahora está sobre la mesa. Es lo que se está discutiendo en estos días, aunque pensemos que estamos hablando de otra cosa.
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