Una de las formas posibles de pensar el gobierno de Macri, una entre muchas, es el juego de referencias culturales. Habìamos dicho que la teoriìa de la repeticiòn no nos servìa mucho. El esquema tragedia y comedia calzaba justo con lo que se viviò en los noventa. Una jarana ruidosa y banal. Ahora nadie parece divertirse demasiado. El mismo presidente envejece aceleradamente, como si la juvenilia de la campaña tuviera fecha de vencimiento. La repeticiòn goebbeliana tampoco parece funcionar porque si bien estamos hablando de un gobierno que puso a un experto en comunicaciòn, me refiero a Duràn barba, en las cercanìas del presidente, esa teorìa, dado el desprestigio de los medios tiene una pata renga. Habìamos mencionado en un artìculo anterior a Pierre Menard autor del Quijote aquella ficciòn de Borges en la que el contexto daba la posibilidad de cambiar el sentido aunque el texto que se construya, si aceptamos que un gobierno puede tomàrselo como un texto a interpretar, sea el mismo.
Otra de las referencias que nos podrìa ayudar es la de Marx como pensador de la sospecha. Segùn Paul Ricoer, que es el autor de esta forma de ubicar a Marx, habìa otros dos pensadores que pensaban en la conciencia como una conciencia falsa, esos era Freud y Nietzsche. Pero tomemos por ahora a Marx, el decìa que la conciencia falsea o se enmascara para ocultar intereses econòmicos. Ahora de què ocultaciòn estamos hablando si los ceos de las empresas ocupan los puestos de direcciòn del estado. Esa ocultaciòn, y aquì viene mi referencia cultural es la de la carta robada de Poe. El mejor escondite segùn ese cuento serìa ubicar el objeto que uno busca ocultar a la vista de todo el mundo. Eso es lo que hace, segùn mi teorìa, Mauricio Macri como presidente, no hay intencionalidad oculta, no es estupidez, ni brutalidad, ni ninguna otra cosa màs que la brutal praxis del capital.
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