Sabemos que el presidente del banco central se considera un tipo piola. Es cierto tiene un aire al temible Domingo Cavallo pero su estilo es otro. Si bien fue Secretario de polìtica econòmica en el catastròfico gobierno de De la Rua, y estuvo procesado hasta hace poco por delito econòmico, responsable del megacanje, y del pago irregular de comisiones por esa dolosa renegociaciòn de la deuda, pero las balas no parecen afectarle. Ganò su banca de diputado, contò divertido como fue entrenado por el improbable Duràn Barba para engañar a su electorado y ahora premiado con la presidencia del banco central, intenta el milagro de ponerse a la derecha de su compañero el ministro de economìa Prat Gay.
La novedad de este desagradable personaje es que tambièn se considera culto. Habla inglès con aceptable fluidez y para sorprendernos a todos citò el cèlebre cuento del Borges, Pierre Menard autor del Quijote. Lo hizo para desmentir sus diferencias con el ministro de economìa. Su interpretaciòn, no importa si es la que nos parece aceptable, fue que decìan lo mismo con su compañero pero que la prensa lo tomaba como un enfrentamiento.
En realidad son lo mismo, pero interpretan el papel de policìa malo y policìa bueno, o de oposiciòn de sì mismo.
Por otra parte el presidente de la naciòn no deja de hacer papelones, sobretodo cuando lo someten a frecuentar àmbitos resbaladizos para èl como el de la polìtica internacional. Las travesuras que le son perdonadas en casa por el electorado y por la prensa nacional no tienen la misma recepciòn en el extranjero. Capaz de desubicarse con el presidente de Rusia o de incluir en una infantil mentira a la primera ministra de Inglaterra exige de la prensa conservadora justificaciones que arrojan a todos juntos al ridìculo.
¿Otro Menem? ¿Otro De la Rua? ¿Dònde queda la trajedia y donde la comedia? Parece que la cèlebre cita de Marx ya no funciona para nuestra descolorida historia, tampoco la repeticiòn como mètodo de convencer al estilo Goebbels, sin embargo la cita traìda a colaciòn por el presidente del banco central, la cèlebre glosa de Borges, parece encajar en la continuidad de desafortunados funcionarios puestos a representar a la clase dominante argentina.
Como Menard cada funcionario repite un texto ya dicho , la prensa adicta lo justifica y electorado lo vota y luego lo desaprueba. La posibilidad de cambio del sentido de esta representaciòn polìtica està en la diferencia del de contexto y en la interpretaciòn que le den los contemporaneos. Veremos grado de politizaciòn y de resistencia disponemos
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