No se qué quedará del mundo luego del acontecimiento Coronavirus. Sospecho que se escribirán muchos libros sobre la infame manipulación que se hizo y que se está haciendo de la información. En realidad no es nada nuevo solo que dado la magnitud del hecho fue necesario que la maquinaria mediática funcione a full.
El comienzo de la narración, se sabe, sucedió en China, se lo recibió entonces casi con satisfacción: merecido castigo de quienes amenazaban, ay, el venerado imperio occidental.
La segunda temporada tomo el estilo amarillista del conteo de cadáveres. El protagonista pasó a ser Italia que como se sabe comete el pecado de tener demasiados viejos.
En nuestro país se revivía Malvinas. La unión nacional. Apareció el sujeto balcón a aplaudir a "nuestros" médicos.
Ahora, en la tercera temporada, el epicentro parece ser Estados Unidos. Entonces el conteo se escamotea. Se sabe, en el imperio se muere poco, les parece de mal gusto el espectáculo de la muerte cuando es propio. Vietnam fue una gran escuela.
Es esta temporada la unión nacional fue dejada de lado. El presidente les dijo a los empresarios que tenían que ganar menos. No habló de expropiar la medicina privada, solo dijo que iban a ganar menos. Don Paolo bajó el pulgar y con una sola firma dejó sin trabajo a 1500 compañeros. Don Paolo mata más que el coronavirus. Sus mecanógrafos se pusieron a trabajar y el sujeto balcón salió con sus caserolas que, como se sabe, hacen más ruido que las palmas
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