No sabría decir en qué momento histórico el fascismo dejó de ser un sustantivo para diluirse como adjetivo adjudicado a casi cualquier cosa. Supongo que debe haber sido luego de su derrota en la segunda guerra mundial en Europa donde como se sabe residen las grandes industrias de las palabras.
Los fascistas vestidos de fascistas siguieron en la periferia persiguiendo al fantasma del comunismo pero eso no importaba demasiado.
Caído el muro hasta en los lejanos territorios del sur los fascistas se vistieron de traje y pasaron a trabajar en apacibles ámbitos bancarios.
Ya no fue posible llamarlos fascistas, si hasta uno de ellos decía que cada uno de nosotros lleva dentro un enano fascista.
Quebrado el acuerdo bipartidista vino con el nuevo demonio al que llamaron populismo.
Llegados brevemente al gobierno desempolvaron uniformes. Se los puso una mujer. Realidad a la que le gustan las paradojas.
La actualidad es la de un frente popular a cargo del estado. No del poder. Sí en el de la resistencia al fascismo. Llamado así como debe ser denominado.
No miro televisión excepto los partidos de River y la selección. Pero la televisión es una totalidad. Allí se juegan batallas simbólicas a las que no se puede ignorar. Allí según parece se vió nuevamente el torpe accionar del ministro de seguridad Sergio Berni. No se sabe cómo llegó a ese lugar. Yo no lo sé. Se dice que para balancear la figura tan a la izquierda de Axel Kicillof. Eso ya no importa. Su figura recuerda a la ex ministra del gobierno fascista de Mauricio Macri. Sea justa o no tal comparación.
El episodio de Guernica no debe repetirse. El frente popular sabe que los conflictos sociales se multiplicarán en los días que vienen producto del gobierno fascista y de la pandemia Se deberá asistir a las víctimas como se hizo y hacer política para desactivar a los que operan por derecha y a los que aparatean por izquierda.
Para eso no hace falta un ministro disfrazado de Rambo. Es una piedra en el zapato que ya molesta demasiado
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