La novela como la posibilidad de una totalidad, una unidad fugaz, transitoria, humana, demasiado humana.
Luego esa unión, que para ser cierta debe incluir su propia negación, se disgrega, estalla en nuestras manos convirtiendo en tragedia nuestras vidas.
Pero nuestra tarea es escribir, es decir, ligar la dispersión fatal del mundo
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