Siempre me disgustó la frase ahora desempolvada: "la gente no cree en las promesas de los políticos". En principio la gente tiene que dejar de ser gente y convertirse en sujeto, es decir en pueblo, y luego tiene que dedicarse a comprender la realidad para modificarla, tal como lo pedía Marx en la tesis once, más que esperar a ver si el político cumple o no.
En definitiva ni políticos ni gente, porque esa obra de teatro ya la vimos, es la obra desilusión de los ochenta, menemismo de los noventa, y como último acto el drama del dos mil uno.
En qué momento incluimos en nuestro lenguaje al poder real, si solo tenemos para pensar esos dos elementos, politicos y no creyentes.
Los tenemos gobernando, ya no se ocultan, no son políticos son los gerentes de las empresas, eso que ahora llaman CEOS, capataces de las viejas estancias, ese territorio que nosotros queremos llamar país
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