martes, 9 de febrero de 2016

Sobre el 51 y el 49

     Por qué sorprende el 51 y no el 49. Esa pregunta por el asombro y la indignación que genera el gobierno de Macri se deba tal vez a que no ha terminado en nuestro país la confusión política que generaba el bipartidismo.
     Y no terminó la confusión porque hay interesados en que no termine. No terminó porque hay beneficiarios de esa confusión.
     El bipartismo era un acuerdo tácito por el cual el poder político lo ejercían los desprestigiados y débiles partidos tradicionales y el poder económico y mediático quedaba para los grupos dominantes.
     El poder real ejercía su dominio desde las sombras y los cuadros políticos tenían la función de gerentes o más bien de facilitadores de la gestión de los gerentes.
     Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas, decía el poeta. Y en un idioma brutal diremos que unos gobernaban y otros pagaban los costos de la fiesta. Era como boxear con un boxeador invisible: imposible ganar.
      La victoria fácil, sin embargo, trajo algunos beneficios para los derrotados. Toda la clase política colapsó en 2001 y de los despojos de ese quiebre se construyó dificultosamente una fuerza política que gobernó dignamente el país los últimos doce años.
     Lo nuevo es que el 49 por ciento tiene representación por primera vez en muchos años. Lo del 51 por ciento es la "normalidad" que recogía la ganancia por la puerta de atrás.
     Es una batalla desigual pero en este caso el eterno ganador presenta su rostro verdadero. Tienen el poder del estado y el del mercado pero por primera vez gobiernan sin mediación, con sus propios gerentes
   

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