Hay una multiplicidad de ciudades en la ciudad y una multiplicidad de vidas y de cuerpos y de lugares, piedras con memoria y un río que solía guardar cadáveres viajantes.
Hoy mismo, en este momento, ante la persistencia de la lluvia, hay cuerpos protegidos, yo mismo, usando una tecnología, un fierro que en el mercado vale ocho mil pesos o algo así, y cuerpos marginales que se preguntan, si todavía se preguntan, (la pregunta filosófica aparece, como se sabe, con el estómago lleno) qué sentido tiene resistir, to be or not to be, por qué no.
¿Cuándo una ciudad se vuelve ajena? ¿Es posible caminar y perderse a pesar de que uno vive en este lugar de buenos aires hace más de cincuenta años? Solía tener esa pesadilla que nunca pude interpretar del todo: una ciudad kafkiana que cambia tan rápido que entre estación y otra se vuelve otra. ¿Es malo eso? El flaco decía "mañana es mejor", sin embargo el yo que escribe quiere conservar la memoria, las miguitas de pan que se arrojan en el camino.
No estoy enojado por los votos neoliberales. Eso puede cambiar, depende de la lucha.
Solo que la niñez me llama desde el futuro, y el futuro está en el mar y en el viento
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