Creo que es hora de rebelarse ante el mal trato. Me dirán que viene de arriba, sí, por supuesto, pero parece haberse derramado en la totalidad de las relaciones humanas.
Llamás para pedir un turno para atenderte la salud, por poner un ejemplo banal, con toda la carga desagradable que tiene ese trámite y te atiende una señorita enojada con la vida, y te sentís como cuando uno iba a un exámen sin haber estudiado frente a un profesor severo.
Parece que la reacción ante un mundo injusto y ante una vida insatisfactoria parece ser no la de la rebeldía sino la de ejercer sobre otro el pequeño micropoder que le fue concedido a cada uno, aunque sea el de atender un teléfono o estar de seguridad en la puerta de algún edificio.
La derecha sabe ver ese lado miserable de la vida humana y se encarga de potenciarla y aprovecharla para sus propósitos, pero no eludamos la responsabilidad que nos toca a cada uno. No nos dejemos tratar mal, pero sobretodo no nos permitamos tratar mal. Pensemos, en ese momento de furia que nos estamos moviendo frente a un espejo de lo que no queremos ser
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