Siempre me pareció que en las imperfecciones del peronismo estaba su potencia. En la capacidad de incluir a los sufrientes a los que la sociedad denomina, según Foucault, anormales: los gordos, los feos, los grasas, los que se comen las eses y tienen faltas de ortografías; los putos peronistas, las putas y también los estudiantes que se quedan dormidos, a los pibes que no consiguen novia o a las tías que hacen papelones en las reuniones familiares.
Los oligarcas siempre se quedarán afuera. También los que la tienen clara y conocen todos los códigos
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Me acabo de ir de un grupo de Unidad Ciudadana que hacían chistes de mal gusto sobre la obesidad de Carrió. Habremos perdido la batalla cultural si las respuestas que damos son en un registro muy parecido a la cultura que supo difundir Tinelli en los años de Menem
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