¿Cómo puede ser conveniente un país que no funciona?
Uno de los grandes mitos del neoliberalismo Argentino, que nosotros nos obstinamos en nombrar como antiperonismo, es el de la llegada de la inversión extranjera.
Todo este viaje del presidente, armado luego de las movilizaciones populares que minaron su imagen, para que la nobleza Holandesa se divierta y lo adorne como un simio con condecoraciones de chocolatín responde a ese mito. Nuestro héroe en busca del tesoro del inversor.
La narración del mito es muy simple: si nos portamos bien y no desobedecemos primero al patrón interno, el inversor extranjero, que es una especie de superpatrón, es decir patrón de patrones, va a venir, pero la verdad es que el inversor nunca viene porque los indios que hace 500 años no entienden, nunca se portan del todo bien, siempre hay una falta.
Debemos aceptar entonces, para que el inversor llegue, todos los lugares comunes del neoliberalismo en un país periférico, es decir, bajar los sueldos en dólares, eliminar todo derecho que el trabajador haya conquistado; seguir la política internacional del imperio, endeudarse, y como se vió en los últimos días comprar armamento que será tan moderno como el que compró la dictadura militar y utilizó con los resultados que conocemos en el drama de Malvinas.
El país que resulta de la aventura antiperonista es el que vemos en estos días: conflicto social alto y bajo consumo.
¿Cómo va a querer invertir el inversor en un país en donde los habitantes no tienen dinero para comprar?
¿No será que el mito del inversor es un verso y lo que realmente permite este modelo es el enriquecimiento de una cada vez más exigua clase dominante que luego depositará religiosamente el botín en los bancos que el superpatrón le indique?
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