No hay hechos, hay deshechos, meras hilachas de los contados sentimientos de piedad que los individuos disgregados comparten, sacados de la memoria de lo que era conocido como humanidad. Nada queda limpio, a salvo de esa inmensa máquina de contaminar que son los medios de comunicación gobernantes.
La víctimas deben desgarrarse en vivo y luego en lo de Mauro o en lo de Mirtha repetir o en el mejor de los casos escuchar el gastado discurso fascista, la despolitizada solución punitiva.
La foto de las víctimas de la violencia machista aparecen en la tapa de los diario. Bien. Pero su penoso sufrimiento es pronto convertido en ruido, en mercancía, en basura pornográfica de la que nunca será bloqueada en las computadoras que el señor presidente regala a los jubilados.
A propósito del señor presidente, el día lunes asistió a la conmemoración del día del trabajo. Ví su imagen a través de la vidriera de un bar. Estaba en mangas de camisa (¿descamisado?) no podía escuchar lo que decía pero sí pude ver que detrás de el había una gigantografía del general Perón. ¿Qué representaba la unión de esas dos imágenes? Una profanación, una defecación sobre las memorias de los muertos.
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